La temporada 2013-14 ha supuesto un
punto y aparte en la historia del Málaga. Cuando en 2010 el jeque Abdullah Bin
Nasser Al Thani le compró el club a Fernando Sanz apostó por alcanzar la
aristocracia del fútbol español en varios años. El inicio con Jesualdo Ferreira
en el banquillo fue desolador y estuvo a punto de mandarle a la Liga Adelante.
Manuel Pellegrini tomó las riendas casi a mitad de temporada, salvó al equipo e
inculcó sus ideas y forma de juego a un equipo muerto. El jeque, con una
inversión ese verano de 60 millones de euros, decidió apostar fuerte y el
resultado no pudo resultar mejor, cuarta plaza y Champions League. Pero cuando
más felices se las prometían los aficionados malaguistas, justo hace un año, Al
Thani decidió cerrar el ‘grifo’ y apostar por la autofinanciación del club.
Llegaron las prisas para pagar nóminas y evitar denuncias. Cazorla sería el
primero en salir, y antes de acabar agosto le siguió Rondón. Sin embargo, el
grueso del grupo se mantuvo y consiguió alcanzar los cuartos de final de la
Champions y, si no hubiera sido por el colegiado, Craig Thomson, habría llegado
a semifinales. A pesar del duro ‘palo’ sufrido, los jugadores se levantaron y
el Málaga se metió en la Europa League. Después llegó lo ya conocido. El TAS y
la UEFA sancionaron al club con un año sin jugar en Europa por pagar sus deudas
con retraso y el proyecto quedó hundido. Otro mazazo.
Bernd Schuster aterrizó en junio con un
contrato largo y poco habitual, cinco años, y con una plantilla totalmente
remodelada después de la salida de todas las figuras, comenzando por Isco. Con
el dinero recaudado, el club dejaba atrás la deuda y se ponía al día. Una nueva
realidad económica se iniciaba, también un equipo. Llegaron los fichajes,
muchos desconocidos y jóvenes, pero con ganas de hacerse un nombre en el
panorama futbolístico español. Y todos lo tenían muy claro: el Málaga actual es
un trampolín. Las dudas, por tanto, estaban ahí. Era cuestión de esperar.
Con media plantilla nueva, en menos de
tres meses Schuster ha conseguido que su equipo sea reconocible por su juego.
Le ha dado su carácter y su visión del fútbol. Es atrevido y siempre sale a
ganar, aunque su plantilla sea inferior. Le gusta tocar y tocar el balón lo
máximo posible, abrir el juego por las bandas o buscar pases imposibles por el
centro. En definitiva, busca agradar a los aficionados y hacer que sus hombres
se sientan felices en un campo de fútbol. Y todo lo hace con suma corrección,
incluso cuando no le gustan algunas actitudes o acciones, aunque las refleje
claramente.
Empezó trabajando la defensa, buscando
cerrar todos los caminos a los rivales y fortaleciendo la moral de sus hombres.
Observando el inicio de Liga que deparó el calendario, muy duro, nadie esperaba
puntuar y todos se veían en la cola de la tabla. Es verdad que el Málaga sólo
obtuvo un punto en Sevilla, pero compitió bien ante el Valencia y el Barcelona
y en ambas ocasiones cayó derrotado por la mínima. La imagen en defensa fue
buena, con la novedad de Sergio Sánchez y Angeleri en el centro, a pesar de no
poder contar con su mejor hombre, el capitán Weligton, lesionado. Los nuevos
mimbres iban cuajando.
En esas tres primeras jornadas apenas
hubo noticias del ataque malaguista. Fue necesario esperar hasta la cuarta
jornada para ver la primera victoria ante el Rayo, una goleada casi escandalosa
generando jugadas, buen fútbol y destilando calidad en algunas acciones. En
definitiva, una buena imagen y mejores sensaciones. Los nuevos fichajes se
estaban adaptando y la irrupción de los canteranos Darder -sobre todo- y
Fabrice hacían presagiar un buen futuro para el club. Y hasta el momento, las
impresiones son inmejorables. Los jóvenes están teniendo un papel protagonista
y, lo más importante, están ganando experiencia con rapidez. Otros, como
Portillo, han elevado su jerarquía y comienzan a demostrar todas sus
capacidades técnicas. Al canterano ya se le compara con Isco, aunque aún le
queda mucho. Sin duda, Pellegrini le hizo un gran favor cuando, aunque jugaba
poco, no le dejó salir cedido para que creciera al lado de figuras como el
mencionado Isco, Toulalan, Baptista, Joaquín o Demichelis.
Junto a Portillo, Tissone se ha
reencarnado en el papel de Toulalan y Duda parece haber rejuvenecido. La sala
de máquinas está engrasada. Arriba, Santa Cruz nunca falla y la brillante
aparición de El Hamdaoui, con un hat-trick en su debut como titular, hacen
presagiar tardes de gloria en La Rosaleda.
Algunos jugadores que acaban de llegar
aún no han demostrado su verdadero nivel por falta de oportunidades, que las
tendrán, aunque Pawlowski, Anderson o Chen han dado muestras de una buena
adaptación y de tener una calidad escondida que brotará más pronto que tarde.
Sin ir más lejos, el polaco ya dejó una obra de arte en Valladolid cuando marcó
el segundo gol malagueño con una volea espectacular.
Siete partidos de Liga después y cinco
encuentros consecutivos sin conocer la derrota, el Málaga encara su
enfrentamiento con el Osasuna con la moral por las nubes y pensando que una
victoria le acercaría a los puestos altos de la tabla. No merece la pena mirar
atrás y pensar que han merecido más puntos, como cree Schuster. Es el momento
de obtener un nuevo triunfo y de llegar en plenitud al parón liguero. Después
vendrá el examen del Bernabéu, pero eso es otra historia. El Málaga ya otea un
nuevo horizonte.
Artículo realizado por Javier Costillas (@CosimonJav)
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